sábado, noviembre 23, 2013

ROSAMEL DEL VALLE: EL DESCONOCIDO por LUDWIG ZELLER


Presentaré los lectores de habla inglesa a un poeta de la complejidad de Rosamel del Valle resulta siempre un problema mayor. Desde luego, cada poeta es único, el mutante dentro de su idioma. ¿Y quién tiene el derecho de presentar a otro, si no es movido por la admiración? Quien lea estas páginas quedará fijado en muchas de las facetas de este poeta singular, sin embargo es necesario ver el inmenso panorama creativo que su obra descubre.

Lo primero que salta a la vista es la profusión y suntuosidad de sus imágenes, extendida a lo largo del sonido de largos versículos, para llegar a ser en sus últimos libros casi un diálogo coloquial que el poeta ha entablado con fantasmas. Difícil si pensamos que tras largos años de amistad v admiración acompañamos sus restos al Cementerio General de Santiago de Chile, en una primavera de septiembre de 1965. Y difícil saber si fue realidad o 110, ya que el poeta puede emerger desde el muro blanqueado frente a nosotros, cubierto de una máscara ardiente de las que tanto gustaba, maravillado como un niño, siempre más cerca de la magia que de la poesía.

Lo conocí a mediados de la década de los cuarenta. Ya no recuerdo bien si trabajaba entonces para una imprenta o en la oficina de correos. padeciendo todos los ultrajes que un poeta suele sufrir como condenado a remo, en esas galeras de la burocracia, más pobre aún, más sórdida en los empobrecidos países de América Latina.

Había nacido en 1901 Era hijo de un hogar humilde y conocí de pasada a uno de sus hermanos que trabajaba en una librería. Como en muchas familias él era la semilla de color radiante, extraño a lodo, la excepción. lo que se sale dé norma.

El poeta Homero Arce, amigo de juventud, cuenta que Rosamel solía visitarlo a veces al atardecer en su oficina después de la jornada de trabajo escribir en esas viejas máquinas de oficinas públicas, con dos dedos, come picoteando sobre el papel mis fulgurantes poemas. Es una situación que él mismo vio repetirse años más tarde, cuando funcionario del Ministerio de Educación. En la oficina de la sala de exposiciones otros poetas volvían a copiar sus obras como sumidos en un mundo de sueños. A Rosamel le había tocado hacer algo por el estilo años antes y acaso por eso era generoso v abierto con los jóvenes poetas que como yo mismo se acercaban a él buscando derroteros, u movidos por la admiración hacia una obra que empezaba a tomar forma de volúmenes ahora inencontrables: País blanco negro, Poesía, Orfeo.

Había en su rostro moreno de grandes ojos una sonrisa que suavizaba todas las diferencias. Se formó a sí mismo como autodidacta y aprendió el francés y el inglés leyendo a sus poetas preferidos con ayuda de un diccionario y una gramática. Y no se crea que su aprendizaje pudiera resultar superficial, son muchas las traducciones que él hizo al español, pero extraordinarias de Fata Morgana de André Bretón o el difícil texto El hombre aproximativo de Tristán Tzara. . Todo esto en un tiempo cuando en España los editores sólo se  atrevían a publicar lo que tuviera el beneplácito de la censura castrense.

Por sus méritos, junto con otros cuatro funcionarios, fue contratado ,a las Naciones Unidas en el departamento de publicaciones. Se ensanchaba su mundo: pudimos leer sus crónicas apasionadas que aparecían en los periódicos de Santiago Pro arte y La Nación: una visita a la casa museo de Edgar Allan Poe la primavera en el río Hudson. o simplemente esa visión de las calles y dé las gentes en el Manhattan de los años cincuenta. Su poesía también encontró un cauce más amplio, el amor le tendió por una vez la segura mano de Thérese  Dulac y de ese encuentro brotan los encendidos cantos de amor que le ayudan a conjurar los fantasmas, a sobrepasar las visiones que lo acosan.

Sus libros son extraordinarios documentos de la poesía escrita en español. El joven olvido. Fuegos y ceremonias, La visión comunicable y El corazón escrito, resultan el más fastuoso y radiante desfile de imágenes. Su importancia es solo comparable a la de Vicente Huidobro en sus obras maduras, o el Neruda de Residencia en la tierra, y conforman con la poesía de Humberto Díaz Casanueva, los poetas que integraban el grupo surrealista Mandrágora. Eduardo Anguita y otros, un nuevo firmamento poético, en ese cielo secreto del Sur de América.

Volvió a Chile a principios de los años sesenta \ tuvimos oportunidad de vernos v t lia ría t muchas veces en su casa-quinta de José Domingo Cañas. Quizás debemos agradecer a Thérese Dulac cuya presencia  y amor logro hacer germinar en una mente sombría cantos de auténtica revelación. Hay en todos los poemas de las últimas décadas una majestuosidad. un fluir de imágenes que pesan como inmensas joyas en la mente de quien se acerca a su poesía. No negaba nunca sus preferencias hacia los grandes románticos alemanes, Blake, Nerval y los surrealistas. Es curioso notar que en el último número de la revista Mandrágora en un texto escrito por Enrique Gómez Correa bajo el nombre " Testimonio  de un poeta negro” en el que se enjuicia duramente a los poetas de la generación anterior, expresa: “Sólo Rosamel del Valle habría podido integrarse a la Mandrágora" y es acaso porque su enorme creatividad lo conecta con las poetas de las más distintas tendencias, Durante los casi veinte años que estuvo lucra del país el poeta pudo ampliar enteramente su horizonte con viajes a Europa y contacto con otros escritores  y artistas con los que !e tocó tratar.

Chile es un país difícil y Rosamel del Valle lo sabía. Volvió como los pájaros migratorios, guiado más por el insinuó y lo afectivo que por cualquier otro tipo de cálculo, va que era ajeno a obtener prebendas, fueran éstas de cofradías o de partidos políticos. la publicación de El  sol es un pájaro cautivo en el reloj, la alegría de reencontrarse con viejos amigos y el homenaje y admiración de los más jóvenes, acompañaron sus últimos años. Murió el de septiembre de 1965.

Por los desvelos de su compañera Thérese Dulac se ha podido ver publicada LA Antología de Monte Avila. compilada por el poeta venezolano Juan Sánchez. Peláez v prologada por su amigo Humberto Díaz  Casanueva. Era y la fuga, una nouvelle de los años 30 ha podido ser analizada y estudiada por esa apasionada del surrealismo. Anua Balakian. Cuyo juicio siempre es una aportación valiosa. Elina aroma terrestre fue publicada hace pocos años en el Quebec y es una de sus tantas novelas que aún permanecen inéditas.

Chile ha vivido años difíciles y es quizás en parte la razón de que no se le haya dado a Rosamel del Valle la importancia que merece. Quizás nuestra. Generación o la anterior tienen muy cerca “ese ojo de volcán de su poesía y tengan que ser nuestros hijos los que divulguen el mensaje secreto de sus libros esas joyas irisadas de locura, de amor, de certezas inevitables como la muerte.

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