sábado, agosto 31, 2013

EL LADO SALVAJE DEL DOLOR por GONZALO DAVID


                                                                                 a G.G.
Beben en un sucucho de cuarta frente a la plaza de un
pueblo x. Llevan los pies destrozados y lloran de rabia de
estar en ese pueblo x ese verano de mierda. Uno le dice al
otro que no son los únicos en esos años furiosos y
bastardos, le dice que conoció a una chica rara, mirando el
mundo con fobia, habitando los paraderos tristes de gran
avenida. Le dice, que tal como ellos, a ciento cuarenta
kilómetros está esa chica vagando como una eterna cicatriz
por la ciudad, con el corazón oxidado, tatuado por tantas
historias de forma violenta sobre la superficie. Dice que le
prenda velitas o púas porque es la santísima patrona de los
que escriben horrible y suicida, que la lea, que la busque en
internet y se convierta en su fan, que fotocopie sus poemas
y los pegue en los muros de su pieza, debajo de los puentes,
en las micros, afuera de las iglesias, que escriba su nombre
con la orina sobre vitrinas y cabinas telefónicas, porque su
nombre es muerte, porque su nombre arde más que todas
las llagas en la biografía de este largo y angosto pedazo de
estropajo.

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