martes, junio 11, 2013

GREGORI EFIMOVICH III por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



Corría por el bosque
hasta atrapar una avecilla distraída

Sus ojos se clavaban en esas pupilas
que rogaban una piedad inexistente

El abría su boca y atrapaba
la cabecita entre sus dientes

Sorber la sangre ardiente
mientras descendía en su garganta
le causaba un placer inquietante

Sus pequeños dedos
atenazaban el corazón aún latente

Con vigor comprimían hasta
que cesaba de pulsar ese triángulo
diminuto e inocente

Lo buscaba con su lengua
después de arrancar la traquea

Con desesperación sondeaba
el pecho hasta hallar el tesoro
y tragarlo…

Sólo se detuvo hasta sangrar de narices
su propia sangre viva y brillante

Las viejas del pueblo
decían que era una maldición

Ni siquiera la sal la detenía…

La sal cede ante los monstruos.

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