viernes, junio 28, 2013

Mauricio Redoles - Dulce susurro pa Georgina/ Epitafio Letra

Mauricio Redoles - Quien mato a Gaete? (Video)

LA INFAMIA DE LAS MARIPOSAS (TRECE) -ARIADNA- por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


(trece)
-Ariadna-

El hilo en tu mano
y los etéreos
caminos y laberintos

Juegas a la parca
cortando el hilo
lo arrojas y
encegueces al cielo

Y desploma
el filo sobre
mil finales
escritos

Hay silencio:
Nada rescata
la fe si está  adherida
a la muerte de
tus imágenes
Ariadna en el laberinto
me susurra al oído
los versos
que abandonamos
en nuestra infancia

Se abrieron los arcos
de la noche
y los ávidos caminos
del espíritu
y no estamos

Quizás en tus memorias
en las alas de mariposa
que llevas a cuestas
quizás
Señora de mil laberintos
dejes que se abran
los abismos
y olvidemos ser
un sueño



Unadikom OS LLAMO.wmv

miércoles, junio 26, 2013

Muse - Sing For Absolution - Video




"lips are turning blue
a kiss that can't renew
I only dream of you
my beautiful

tiptoe to your room
a starlight in the gloom
I only dream of you
and you never knew

sing for absolution
I will be singing
And falling from your grace

there's nowhere left to hide
in no one to confide
the truth burns deep inside
and will never die

lips are turning blue
a kiss that can't renew
I only dream of you
my beautiful

sing for absolution
I will be singing
And falling from your grace

sing for absolution
I will be singing
And falling from your grace

our wrongs remain unrectified
and our souls won't be exhumed"

"Los labios se vuelven azules.
Un beso que no puedo revivir,
sólo sueño contigo
mi hermosa.
De puntillas me dirijo
a tu habitación,
un rayo de luz en la oscuridad.
Sólo sueño contigo
y tu nunca lo supiste.

Canto por la liberación,
estaré cantando.
Cayendo de tu gracia.

No hay más donde esconderse,
nadie en quien confiar,
la verdad arde profunda
por dentro.
Y nunca morirá.

Los labios se vuelven azules.
Un beso que no puedo revivir,
sólo sueño contigo
mi hermosa.

Canto por la liberación,
estaré cantando.
Cayendo de tu gracia.

Nuestros errores permanecen
sin rectificar
y nuestras almas no serán
perdonadas."

ROSTRO DE DIOS CINCO por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


ROSTRO DE DIOS CUATRO por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


ROSTRO DE DIOS TRES por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


ROSTRO DE DIOS DOS por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


ROSTRO DE DIOS UNO por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


LE DAN HUESO DE ANDREA LOPEZ KOSAK: ONIRICO JUEGO por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



La voz poética de Andrea López Kosak (Bahía Blanca, 1976) en LE DAN HUESO  se ve inmersa en una vorágine de imágenes y símbolos a los que enfrenta con una pasividad de quien, soñando, se entrega a escenarios como  el desierto un bosque sin lobo, una carretera un toilette, lo interesante es como su espíritu va describiendo este periplo desde sensaciones térmicas  hasta un sentido del humor lindando lo absurdo.
Lo onírico es una fuente infinita de poemas y versos y esta quizás  una de las más legitimas formas para describirlo, una manifestación pura un brotar de palabras que intentan apresar lo complejo e inasible de las imágenes, López va tras este objetivo, hay imágenes tácitas de las cuales no es necesario que se materialicen:

En el bosque
mientras tanto
juguemos
a qué
jugamos
en el bosque
todavía

juguemos en el bosque
aquel
a que todavía jugamos a que no
está listo

en el bosque mientras está
el que todavía
no
qué bosque, a qué
jugamos

Pero donde este viaje entre el sueño y la materialidad que le puede dar la poesía está en una expresión técnicamente depurada es en RUTA 14 donde el yo-lírico se declara sin lugar a dudas como la protagonista de este sueño, hay un infructuoso intento de resistencia ante una trama que carece de lógica y reduce al mundo en tres o cuatro versos , donde se le describe como peligroso, mas lo interesante del texto va en las diversas alusiones y  símbolos utilizados, el juego  alcanza en la pulcritud del verso en una cadencia que se asimila a un delirio de formas las imágenes cotidianas se tergiversan en un universo en que el la protagonista aún tiene un conflicto que solucionar y donde  su integridad personal se diluye a instantes. Sin embargo hay una calma que se transmite al lector que entra en la comunión del sueño, como espectador de un film a ratos paradójico, violento o inestable,  inevitablemente se espera la próxima imagen y lo más seguro será como en todas nuestras sesiones oníricas, despertemos en el momento más inesperados.

El taxista lo recuerda bien.
Soñaba con el sol triturándome el pellejo, animales con
[cabeza de animal.
Nos rodean.
Miro desde el colectivo.
El pez necesitaba vivir en el muelle y el tipo en el agua.
¿Alguno se atrevió?
No. Porque es un chiste.
Nos inmola la ciudad. Nos anima la ciudad.

La edición de este libro es atractiva por la dimensión en que está diseñada, catorce por catorce centímetros  y el número de páginas.


LE DAN HUESO,Andrea López Kosak. 30 páginas , Editorial Cinosargo, Arica

martes, junio 25, 2013

RETRATO 2 por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


EN UNA NAVE COMANDADA POR ENRIQUE UNOS POCOS HOMBRES ABANDONAMOS LA TIERRA POR GERMAN ARENS: POESIA DE ANTICIPACION por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE.


Injustamente y por años el género llamado de anticipación se ha visto como un subgénero de la literatura, es más bien conocido como ciencia ficción, otro concepto mal acuñado, pero esto da para otras discusiones que no llegarán a ningún puerto; prefiero el término anticipación aún con reparos de mi parte. Germán Arens poeta argentino (Bahía Blanca, 1967) que une los rasgos de la épica y la anticipación a través de un lenguaje sólido y una forma poética pulcra.

La historia que nos entrega va entrelazando desde el comienzo simples actos con la valoración necesaria para crear un relato consistente, una hipótesis fáctica de alta probabilidad que sostienen una historia donde la fantasía puede concretarse en realidad. Encontramos  personajes  cuya complejidad es respaldada con versos certeros y necesarios incluso la localidad de Río Colorado es uno más de esto sin la necesaria técnica de la personalización, utilizada comúnmente en poesía, así comienza con antecedentes cronológicos como respaldo de lo que vendrá, luego los escenarios comunes e identificables; el mostrador de un bar, carnicerías  desoladas y una crítica política siempre acertada.

Los perfiles de  Ceferino Alderete “el payador”, el carnicero González, el poeta Fabián Benassi, Barilatis, Lino Ñankufil el mapuche, Enrique el extraterrestre, dan sustento a este libro además de una serie  histórica de sucesos que van del dato real al modificado y al plenamente ficto.

El Armagedón   se origina inexorablemente, la humanidad condenada, por lo que sabemos la maligna naturaleza geopolítica de las potencias mundiales y otros advenedizos, todo, todo es muy posible, concreto de suceder de un instante a otro, Arens maneja esto a la perfección.

La naturaleza del hombre tiende a la autodestrucción y  ha pendido de un hilo su existencia desde que pudo experimentar con las fuerzas vitales del universo, la visión mesiánica , provenga de donde provenga es  en suma una regla atávica de los pueblos y en síntesis un rasgo del hombre por ser tal, Enrique lo encarna de una manera diferente, no hay grandes discursos, no hay predicas innecesarias ni fatuas ni falsarias, solo lo práctico ; un rescate arriesgado  que desafía al tiempo pero que hace de la esperanza, un sentimiento vital y en el mejor de los casos  el único en que basar la condición humana.

Las circunstancias están propicias para este éxodo de pocos, la ciencia se viste de redentora además de ser la que sostiene las estructuras narrativas de este poemario, sus datos envuelven aires de certidumbre y hasta de reflexión, ineludible luego de un final catastrófico.

La épica de Arens, revestido por una lúcida ideología nos entrega versificada una gesta interesante que llama a su lectura ininterrumpida, un deleite para el razonamiento, un crisol de conclusiones para un cantar impecable.


-En una nave comandada por Enrique unos pocos hombres  abandonamos  la Tierra, de German Arens. Editorial Cinosargo, Arica.

jueves, junio 20, 2013

Hidalgo Cortes + Kenai - Cancion Tonta

Hidalgo Cortes + Kenai (lista de reproducción)

PARA BAJAR MICROCOSMOS DE ALVARO LOPEZ BUSTAMANTE (DESCARGA DIRECTA MEDIAFIRE)


PARA OBTENER MICROCOSMOS CLICKEA AQUI

PARA BAJAR MACROCOSMOS DE ALVARO LOPEZ BUSTAMANTE (DESCARGA DIRECTA MEDIAFIRE)



Florencia - por Alvaro López B.

Macrocosmos I - por Alvaro López Bustamante

Goodbye Allende Documental - Teaser 3 (Funa Homenaje a Krassnoff)

Goodbye Allende Documental - Teaser 2 (Cacerolazo por la Educación)

Goodbye Allende Documental - Teaser 1 (Funa Homenaje a Pinochet)

ALVARO LOPEZ BUSTAMANTE: SU LABOR MUSICAL por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



Alvaro López Bustamante , es un poeta, narrador, músico y compositor, estas últimas facetas no son tan conocidas como sus trabajos en literatura, campo en el cual ya ha cosechado varios premios. Por estos días lanzó a la web dos de sus trabajos, Microcosmos y Macrocosmos, ambas piezas de excelente factura instrumental inclinada a lo experimental y que podría catalogarse como música de relajación. Sin embargo, su experimentación abarca otros estilos como: Noise, Experimental como en el proyecto Axolotl formado desde 1998 hasta nuestros días, Post rock y Pop en Hidalgo Cortés + Kenai desde el 2012, Pop y Noise con la agrupación Dafne en 1998 y 2002 quien vió la luz y escenarios en Antofagasta.

Proyecto Axolotl se inicia en 1998 cuya línea se desarrolla  entre el Techno Industrial, experimental y noise, su producción consta de 6 albumes y 1 EP.

Procesos de Moscú es en pocas palabras " un proyecto musical de largo aliento, cuya intención es realizar un  viaje por los sonidos que marcaron a Chile desde el 11 de septiembre de 1973 hasta nuestros días, uniéndolos sobre una base de música electronica y/o experimental." Cuya Estructura formidable esta constituido en siete secciones, por fechas. La parte I (2008), de dos discos, corresponde al 11 de septiembre de 1973. Los nombres de los tracks están inspirados en la misa de réquiem, específicamente en el Réquiem de Mozart. La parte II (2010), de 6 discos, corresponde al período 1973-1978.Los nombres de los tracks están inspirados en la Pasión según San Mateo, de J. S. Bach. La parte tres, corresponde al período 1978-1980. En este caso, los tracks están inspirados musicalmente en "Gracias por la Música", de ABBA, editado en 1980.

Pero lo que ahora nos convoca es Macrocosmos que dura 39 minutos exactos. Realizado entre las sesiones de "Episodio" (que es un album de Hidalgo Cortés + Kenai que está  ad portas de completar su edición, el que según sus creadores, Hidalgo Cortés  y Alvaro López consideran como el álbum "perdido" de la ex banda Daphne), y las sesiones de composición de la música para el documental "Goodbye Allende!". López al respecto declara que "inicialmente era música que hice para relajarme, y luego pensé que ese tipo de música le podía interesar a alguien". En este afán  comenzó a utilizar instrumentos "clásicos", como el Moog y el Yamaha CS-80, que al hacer pruebas de grabación, le hicieron pensar en cuánto hubiera podido crear si hubiese tenido acceso a este tipo de sonidos. (Moog y Yamaha CS-80 son precisamente los instrumentos básicos utilizados por Vangelis en su primera producción, durante los '70 y '80). Así que  sin mediar obstáculos se lanza a la creación de  Macrocosmos y Microcosmos ambas al parecer facetas de un sólo álbum a pesar de su planteamiento distinto.

Microcosmos: dura 16:15 y son 8 tracks. consiste en material que compuso para Hidalgo Cortes + Kenai, pero que no calzaba con la "línea editorial"que se estaba grabando, y en algunos tracks compuestos para el documental "Goodbye Allende!". Además, se grabó material extra, para así completar un micro-álbum. En esta obra la instrumentación fue aún más clásica, utilizando pianos, cuerdas , orquesta y celesta. En el se crea un atmósfera a ratos cargada de cierta emotividad y serenidad que llaman al relax.

Según Rodrigo Ultranet  en una acertada visión , opina: "Toda evolución permanente deja, al menos, una huella. la música, el sonido, el ruido... incluso el silencio, en conjunto proyectan emociones que recrean los sentimientos que el autor quiso expresar... microcosmos y macrocosmos se suman para dejar un testimonio sobre el transcurso del tiempo... tiempo interno y tiempo externo. todo el tiempo que fue necesario para descubrir el tiempo mismo y la vida en general. queda tiempo por conocer y aprovechar. una reflexión sobre el tiempo universal, desde el tiempo individual".

Actualmente compone la banda sonora del documental "Goodbye Allende!", está dirigido por Marianela Fuenzalida (ganadora en 1999 del Festival de Cine de Viña del mar), y habla de cómo las intenciones de un país con igualdad de derechos para todos que  lleva 40 años sin ser satisfecha. Se documentó por cuatro años el desenlace de los procesos por el caso Lonquén y el caso GAP, y las marchas estudiantiles y ciudadanas ocurridas desde el 2010 en adelante.  El soundtrack va a estar disponible a fin de mes.

 Próximamente arribarán;  Procesos de Moscú 3: compuesto por  14 tracks, y que se espera publicar  en septiembre de este año. Además de el álbum "Episodio"  que es el tercero que se lanza durante el año por Hidalgo Cortés+Kenai que saldrá por estos días. 

En proyecto viene la creación de Poder: álbum de música industrial (al estilo clásico, esto es, con sonidos de metales y máquinas), orientado a expresar un análisis de las relaciones de poder en la sociedad, desde las estructuras religiosas hasta las económicas. incluirá samples de y sobre Foucault, Chomsky, Humberto Maturana y Gabriel Salazar. Es parte de una trilogía que se completa con los álbumes Religio (que explorará el fenómeno de la religiosidad), y Sexo (que explorará las relaciones interhumanas).

Esta fructifera obra esta al libre acceso en la web:

















martes, junio 18, 2013

URLO, LO NUEVO DE PABLO ESPINOZA BARDI por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


La formidable imaginería de Espinoza Bardi embarga otra vez, Urlo me recuerda a un aforismo de Nietzsche: “Los defensores de los delincuentes , a veces no saben poner en relieve la terrible belleza del delito a favor del reo”, luego y para fraseando , podría decir sin ánimo de quedar corto: “Hay artistas que alaban crímenes, que saben poner en un relieve sublime, la terrible belleza del crimen a favor del criminal”, las experiencias del ser humano han sido abarcadas por todo tipo de arte casi desde el alba de la civilización, desde lo más “puro” y moral hasta los estratos más oscuros de ese fenómeno muchas veces explicado y rebatido llamado humanidad.

Espinoza Bardi nos entrega las claves exactas de la psique de un asesino serial, se imbuye de sus diversas personalidades y perfiles para entregarnos los diversos aspectos gore y descriptivos que éstos llegando a alturas insospechadas, ¿hay belleza en ello? Indudable, el uso de las palabras precisas, las descripciones que van sembrando en la mente del lector pesadillas y deseos inconfesables es tal que logra aceitar esa máquina oculta y oxidada en el fondo de la moral, esa  que logramos apartar de los ojos del prójimo como con un piadoso desdén.

La moralidad y la inconsecuencia del hombre contemporáneo aún no expulsa de sí, ese talento imaginario para poder matar a sangre fría  y mucho menos esa temible admiración que posee hacia aquello que le abisma, ese terror que seduce más allá del bien y el mal. Hay diversas máscaras piadosas, desde el vegano, hasta el animalista que no expresa ni el más mínimo rasgo de piedad para con el prójimo, el intolerante que se viste de tolerancia, el anti sistémico que profita de todas las tecnologías, hay , señores en todos ellos , la capacidad y el morbo de ver  como la sangre fluye , como blandir un puñal y arrebatarle la vida a cualquiera que se oponga a sus ideales, si , es una exageración, pero el horrorizarse ante un asesinato bien ejecutado, no les libera de ese otro que habita en su laberíntica personalidad.

Advertencia, esta estética puede ser dañina a la conciencia. Todo crimen debe ser condenado y expulsado de nuestra civilización, pero sin embargo hay un atractivo en ello , que hace coleccionar comics, ver films , poner una atención única a aquellos documentales policiales, las notas rojas en los periódicos, porque hay un atractivo innegable, Espinoza Bardi sabe de aquello haciendo de la literatura un  instrumento acerado que cala hondo en el imaginario colectivo, un maestro de las imágenes, Urlo es la muestra  de haber alcanzado una madurez en el arte de avasallar la conciencia y desmenuzar la moralidad.

Es cierto que aquellos que alegan que la realidad supera a la ficción, tomarán distancia con esta obra, pero les recuerdo que la ficción puede recrear lo que vemos como simples espectadores, para ubicarnos inapelablemente dentro de la piel de quien  sin el menor reparo  hunde en las tibias y palpitantes profundidades de un vientre el acero inoxidable de un  cuchillo que en este preciso instante reposa en el cajón de un mueble de cocina.

Hay una irreverencia innata y hasta loable en estos versos y composiciones, loable  porque despierta los sentidos más allá del bien y el mal que hacen dormir esta sociedad en los laureles y roles de explotados y  explotadores, de los justos e injustos, de los políticos y del pueblo.

Urlo es una palabra italiana que  significa grito  en su acepción más común, y en el sentido de este libro  alarido  de terror y más allá de ello; HORROR.

Este volumen se compone de tres partes: Tajo, Urlo y Slasher. Una pendiente hacia el infierno de viñetas gore de un realismo que hinca sus incisivos despiadadamente en la imaginación del lector; recomendable los textos en serie de Maldad, [La asunción del dios-carne, o la balada de Norman González…], [Trazos…] y el remate exacto : SLASHER [Urlo: Director’s cut].

Urlo publicado por La Liga de la Justicia Ediciones, Arica.

miércoles, junio 12, 2013

EL ARTE SEGUN OSCAR WILDE



El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte.

El crítico es el que puede traducir de un modo distinto o con un nuevo procedimiento su impresión ante las cosas bellas.

La más elevada, así como la más baja de las formas de crítica, son una manera de autobiografía. Los que encuentran intenciones feas en cosas bellas están corrompidos sin ser encantadores. Esto es un defecto.

Los que encuentran bellas intenciones en cosas bellas son cultos. A estos les queda la esperanza.


Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan únicamente belleza.

Un libro no es en modo alguno moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo.

La aversión del siglo XIX por el Realismo es la rabia de Calibán viendo su cara en un espejo. 
La aversión del siglo XIX por el Romanticismo es la rabia de Calibán no viendo su propia cara en un espejo.

La vida moral del hombre forma parte del tema para el artista; pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Hasta las cosas ciertas pueden ser probadas.

Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.

Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo.

Pensamiento y lenguaje son para el artista instrumentos de un arte.

Vicio y virtud son para el artista materiales de un arte.

Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el músico. Desde el punto de vista del sentimiento, la profesión de actor.

Todo arte es, a la vez, superficie y símbolo.

Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo. Los que intentan descifrar el símbolo, lo hacen también a su propio riesgo.

Es al espectador, y no a la vida, a quien refleja realmente el arte.

La diversidad de opiniones sobre una obra de arte indica que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos difieren, el artista está de acuerdo consigo mismo.

Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente.

Todo arte es completamente inútil.




OSCAR WILDE, prefacio a El retrato de Dorian Gray. 

martes, junio 11, 2013

NAMAZU, LA PROXIMA NOVELA DE RODRIGO RAMOS por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


NAMAZU, es el nombre de la próxima novela  que en los próximos meses publicará Rodrigo Ramos Bañados por Editorial Punto Aparte de Valparaíso. La trama  es ágil y compuesta por un buen uso de los  planos temporales de una historia interesante de principio a fin.

Namazu es un pez mitológico japonés que anunciaba terremotos. “extraño pez, de no más de 35 centímetros de largo, plomizo, con ambos ojos por un lado, dos cachos o antenas de cinco centímetros y forma de boomerang”, un pariente  lejano de Kalule otro mítico y funesto pez, y tal vez el mismo.  A Tocopilla ciudad del litoral norte de Chile arriba un científico y su ayudante ambos japoneses  a  instalar y probar una “Máquina para predecir terremotos”, no cabe duda la buena elección del campo de estudio por lo  tectónico de la región.

Ramos plantea entre los personajes  una trama bien articulada en que  nos muestra  a   Hiromu  y su relación de jefe a subordinado  con Kusunoki que  retrata en sí un desgano que trae desde Japón, esa deshonra siniestra que lo lleva al norte de Chile y a la vez ese fastidio se encarna en Kusunoki como ayudante de un antihéroe defraudado por su propia existencia y lo que le rodea. Magda es un personaje que a pesar de un planteamiento narrativo simple, tiene la complejidad suficiente para ser clave en la narración general, periodista del diario de Tocopilla, ex candidata de belleza y en vistas a marchitarse en esa localidad, Ronald Araya con una carga de encarnar al común de los mortales y ser otro antihéroe, el eterno enamorado de Magda, nótese el brillante planteamiento que se da en la entrevista con su abogada, un testimonio rayano en lo delirante.

Tocopilla como telón de fondo y un personaje más. Hay pasajes narrados con maestría y hasta con sorna, los detalles están imbuidos de un realismo lindante en lo natural y lo crítico… el mundo de Tocopilla narrado  en lo atroz como lo podría catalogar  un observador del “mundo civilizado”. Y ese afán terrible por catalogar como chino  todo lo oriental. Pero en ese ambiente de desdicha se encuentra algo peor, la presencia de una violencia irracional en sordina y sólo legible desde el prisma de un pueblo  olvidado de la mano de Dios. El poblado nortino  con aires anecdóticos y hasta vulgares es el  fiel retrato de ciudades con alma de pueblo  que no divisa futuro alguno.

No hay realismo mágico si no un realismo a  secas, duro, compacto y vigoroso. Y aquí sucede una contradicción literaria, relatar la miseria con riqueza de imágenes.

Al lector común y  a los no lectores se les puede ocurrir la peregrina idea de que la miseria siempre llama a la violencia o la violencia viene ineludiblemente atada a la misma, cuando en realidad su transversalidad obedece a la idea atávica en la humanidad por ser tal, aun así encontramos los mejores gestos de la misma dentro de la miseria, en Namazu, no. Es un amplio arco narrativo de infortunios, un espectro avasallador y amargo que resulta ameno y cotidiano, ese es el logro del oficio narrador de Ramos y  de  esta novela en comento.

El final arriba como un golpe atroz. Altamente recomendable.


GREGORI EFIMOVICH III por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



Corría por el bosque
hasta atrapar una avecilla distraída

Sus ojos se clavaban en esas pupilas
que rogaban una piedad inexistente

El abría su boca y atrapaba
la cabecita entre sus dientes

Sorber la sangre ardiente
mientras descendía en su garganta
le causaba un placer inquietante

Sus pequeños dedos
atenazaban el corazón aún latente

Con vigor comprimían hasta
que cesaba de pulsar ese triángulo
diminuto e inocente

Lo buscaba con su lengua
después de arrancar la traquea

Con desesperación sondeaba
el pecho hasta hallar el tesoro
y tragarlo…

Sólo se detuvo hasta sangrar de narices
su propia sangre viva y brillante

Las viejas del pueblo
decían que era una maldición

Ni siquiera la sal la detenía…

La sal cede ante los monstruos.

lunes, junio 10, 2013

TODOS SON PENDEJOS MENOS EL QUE VOMITA DE LOS KFGC: IRONIA RAMPANTE por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


Aunque no se crea, hay dificultad en reseñar una antología, pero aún más complicado es reseñar un libro escrito por un colectivo en que no se diferencian las voces. Los Kikin Fonseca  y el Gringo Castro  es un ejercicio de  una polivoz unificada y formidable.

Los trazos, las  imágenes , las formas poéticas y composiciones narrativas nos muestra un mundo polimorfo , rupturista, experimental que amenaza con rendirse al paroxismo de las cosas en serie, el colectivo KFGC nos entrega una dimensión obscura, postmoderna y hasta contestaría de la salvaje uniformidad que nos asola con la globalización, efecto por lo demás pernicioso y extenso.

Resaltan en las composiciones las referencias, los nombres de dominio público y otros y sucesos lejanos, vale decir, el culto a unas de las pocas pasiones auténticas que todavía perduran; el futbol, hay diversas vivencias reales o literarias plasmadas en este libro: Brasil 1 Checoslovaquia 0 (minuto treinta y cinco del segundo tiempo) E  Idea para una película en formato de TV .

“Un hombre de camisa blanca
sentado en el suelo del pasillo
de una estación de metro
se levanta cada vez
que llega un tren.
Apenas escucha el ruido en el túnel,
se pone de pie y recarga la cadera
en la pared.
Cuando la última persona
pasa junto a él
tarda otros diez segundos
en volverse a sentar.”

La TV sienta presencia y lo hace férreamente, no puedo hablar de un leitmotiv dirigida  a este aparato como institución, pero si  un desgano un tratar de sobrepasar un vacío existencial , un conjuro a las vaciedades del mundo actual.

Más allá de despertar el interés en el lector y que este trate de desentrañar lo que verso a verso y párrafo a párrafo demuestra este opúsculo, es la honesta visión de una cotidianidad que  aliena al hombre contemporáneo y las espurias visiones de otras realidades sobre todo televisivas: “Actualización de la serie Malcolm in the middle al 2015”. He aquí un fragmento:

“Malcolm fue uno de los pilares de una compañía farmacéutica hasta que
se enamoró de una mujer y defraudó a la empresa por más de medio
millón de dólares. Fue descubierto, pasó 6 meses en una correccional y
ahora trabaja como gerente en un bar de karaoke en Dakota del sur. Para
asistir al cumpleaños de su madre, Malcolm ha violado su libertad
condicional durante tres años consecutivos.”

Más allá de  una ironía a prueba de fuego, agua y moral victoriana, los textos lucen y brillan por sí solos, si ese fue el afán de este colectivo literario y artístico, han dado en el clavo y con éxito.


Es indesmentible que existe un trazo firme, una manifestación inexorable y propia, ya la idea de formar un colectivo donde las voces se alean como en un crisol es brillante y no menos este producto en pdf que se puede adquirir en los enlaces incluidos abajo:





sábado, junio 08, 2013

VIRGEN NECIA El Esposo Infernal por ARTHUR RIMBAUD


Oigamos la confesión de un compañero de infierno.
«Oh divino Esposo, Dueño mío, no rechaces la confesión
de la más triste de tus siervas. Estoy perdida. Estoy borracha.
Estoy impura. ¡Qué vida!
»Perdón, divino Señor, ¡perdón! ¡Ah! ¡Perdón! ¡Qué de lágrimas!
¡Y qué de lágrimas aún, más adelante, espero!
»Más adelante ¡conoceré al divino Esposo! Nací sometida a
Él. — ¡Ya puede pegarme el otro ahora! ¡Oh amigas mías!…
no, no amigas mías… Nunca delirios ni torturas semejantes…
¡Qué tontería!
»¡Ah! ¡Estoy sufriendo, grito! Estoy sufriendo de verdad.
Todo, no obstante, me está permitido, cargada con el desprecio
de los más despreciables corazones.
»En fin, hagamos esta confidencia, aun a riesgo de tener
que repetirla otras veinte veces, — ¡igual de tétrica, igual de
insignificante!
»Soy esclava del Esposo infernal, del que perdió a las
vírgenes necias. Es ése, y no otro demonio. No es ningún espectro,
no es ningún fantasma. Pero a mí, que he perdido la
prudencia, que estoy condenada y muerta para el mundo —
¡nadie me matará!— ¿Cómo describíroslo? Ya ni siquiera sé
hablar. Estoy de luto, lloro, tengo miedo. Un poco de frescor,
señor, si no te importa, ¡si te parece bien!
»Soy viuda… — Era viuda… — Sí, sí, antes era muy seria,
¡y no nací para acabar en esqueleto!… — Él era casi un
niño… Me habían seducido sus misteriosas delicadezas. Olvidé
todas mis obligaciones humanas para seguirlo. ¡Qué vida!
La auténtica vida está ausente. No estamos en el mundo. Voy
adonde él va, así ha de ser. Y a menudo se enfada conmigo,
conmigo, pobre almita. ¡El demonio! — Es un demonio, sabéis,
no es un hombre.
»Dice: “No me gustan las mujeres. Hay que volver a inventar
el amor, ya se sabe. Las mujeres ya no alcanzan a desear
más que una situación asegurada. Una vez ganada esta situación,
el corazón y la belleza se dejan de lado; no queda sino
frío desdén, alimento del matrimonio, hoy en día. O bien veo
mujeres con las señales de la dicha; de ellas habría podido
hacer buenas amigas, si no las hubiera devorado antes algún
bruto con sensibilidad de hoguera…”
»Y yo lo oigo cómo hace de la infamia gloria, de la crueldad
encanto. “Soy de raza lejana: mis antepasados eran escandinavos:
se perforaban las costillas, se bebían su propia sangre.
— Yo me haré cortaduras por todo el cuerpo, me tatuaré, quedaré
más repugnante que un mongol; ya verás, aullaré por las
calles. Quiero enloquecer de rabia, por completo. Nunca me
enseñes joyas, o me arrastraré y me revolcaré por las alfombras.
Mi riqueza la quiero manchada de sangre, por todas partes.
Jamás trabajaré…” Muchas noches, habiéndome poseído
su demonio, ambos rodábamos por el suelo, ¡yo luchaba con
él! — Por las noches suele apostarse, borracho, en las calles o
en las casas, para asustarme mortalmente. — “Me cortarán de
veras el cuello; será asqueroso.” ¡Oh! ¡Esos días en que gusta
de andar con un aire de crimen!
»A veces habla, en una especie de jerga enternecida, de la
muerte que obliga a arrepentirse, de los desdichados que ciertamente
hay, de los trabajos fatigosos, de las separaciones que
desgarran el corazón. En los tugurios donde nos emborrachábamos,
lloraba al considerar a quienes nos rodeaban, rebaño de
la miseria. Levantaba del suelo a los borrachos, en las calles
negras. Sentía por los niños la compasión de una mala madre.
— Se marchaba con ternuras de niña de catequesis. — Fingía
estar al corriente de todo: comercio, arte, medicina. — Yo lo
seguía, ¡así ha de ser!
»Veía todo el decorado de que, en espíritu, se rodeaba:
vestiduras, paños, muebles; yo le prestaba armas, otro rostro.
Veía todo aquello que lo emocionaba, tal como él habría querido
crearlo para sí. Cuando me parecía tener el espíritu inerte,
lo seguía, yo, en actos extraños y complicados, lejos, buenos o
malos; estaba segura de que jamás penetraría en su mundo.
Junto a su amado cuerpo dormido, cuántas horas nocturnas he
velado, preguntándome por qué desearía tanto evadirse de la
realidad. Nunca hombre alguno formuló un voto semejante.
Yo admitía, —sin temer por él, — que podía suponer un serio
peligro dentro de la sociedad. — ¿Tiene tal vez secretos para
cambiar la vida? No, tan sólo está buscándolos, me replicaba
yo. Por último, su caridad está embrujada, y yo soy su prisionera.
Ninguna otra alma tendría fuerza bastante — ¡fuerza de
la desesperación! — para soportarla — para ser protegida y
amada por él. Por otra parte, no me lo figuraba con otra alma:
se ve el Ángel propio, nunca el Ángel ajeno, — me parece.
Estaba yo en su alma como en un palacio que han vaciado para
no ver a alguien tan poco noble como tú: eso es todo. ¡Ay!
Dependía en mucho de él. Pero ¿qué quería de mi existencia
apagada y cobarde? ¡No me hacía mejor, no haciéndome morir!
Tristemente despechada, le dije a veces: “Te comprendo”.
Y él se encogía de hombros.
»Así, renovándose sin cesar mi sufrimiento, y hallándome
más perdida a mis ojos, — como a todos los ojos que habrían
querido mirarme, si no hubiese estado condenada para siempre
al olvido de todos, — tenía cada vez más hambre de su bondad.
Con sus besos y sus abrazos amigos, era en verdad el
cielo, un cielo lóbrego, en el que entraba, en el que me habría
gustado que me abandonase, pobre, sorda, muda, ciega. Me iba
ya acostumbrando. Veía en nosotros dos niños buenos, con
permiso para pasearse por el Paraíso de la tristeza. Nos concertábamos.
Muy conmovidos, trabajábamos juntos. Pero, tras
una penetrante caricia, él decía: “¡Qué divertido te parecerá,
cuando yo ya no esté, esto por lo que has pasado! Cuando no
tengas ya mis brazos bajo el cuello, ni mi corazón para en él
descansar, ni esta boca en tus ojos. Pues habré de marcharme,
muy lejos, un día. Además, he de ayudar a otros, es mi deber.
Aunque no resulte muy deleitable…, alma querida…” De inmediato
me representaba a mí misma, habiéndose marchado
él, presa del vértigo, precipitada en la más espantable de las
sombras: en la muerte. Le hacía prometer que no me abandonaría.
Veinte veces la hizo, tal promesa de amante. Era tan frívolo
como yo al decirle: “Te comprendo.”
»¡Ah! Nunca he sentido celos por su causa. No va a
abandonarme, me parece. ¿Qué sería de él? No tiene conocimiento
alguno, nunca trabajará. Quiere vivir sonámbulo. Su
bondad y su caridad, por sí solas, ¿le darán derechos en el
mundo real? A ratos, olvido la piedad en que he caído: él me
hará fuerte, viajaremos, cazaremos en los desiertos, dormiremos
en las calles empedradas de ciudades desconocidas, sin
cuidados, sin sufrimientos. O me despertaré, y las leyes y las
costumbres habrán cambiado —gracias a su poder mágico, —
el mundo, siendo el mismo, me dejará con mis deseos, mis
alegrías, mis despreocupaciones. ¡Oh! La vida aventurera
existente en los libros infantiles, en recompensa, porque he
sufrido tanto, ¿me la regalarás tú? No puede. Ignoro su ideal.
Me ha dicho que tiene pesares, esperanzas: cosas que al parecer
no me conciernen. ¿Es a Dios a quien habla? Tal vez debería
yo dirigirme a Dios. Estoy en lo más profundo del abismo,
y ya no sé rezar.
»“¿Ves a ese joven elegante que entra en la mansión bella y
tranquila? Se llama Duval, Dufour, Armand, Maurice, qué sé
yo. Una mujer se ofrendó a la tarea de amar a ese perverso
idiota: está muerta, es sin duda una santa del cielo, ahora. Tú
me harás morir como él hizo morir a esa mujer. Tal es nuestro
destino, el de nosotros, los corazones caritativos…” ¡Ay!
Había días en que todos los hombres, al actuar, le parecían juguete
de delirios grotescos: reía espantosamente, largo rato. —
Luego volvía a sus maneras de madre joven, de hermana
amada. Si fuera menos salvaje, ¡estaríamos salvados! Mas
también su dulzura es mortal. Le estoy sometida. — ¡Ah! ¡Soy
necia!
»Un día tal vez desaparezca maravillosamente; pero tengo
que saberlo, si ha de subir a un cielo, ¡quiero ver con mis ojos
la asunción de mi amiguito!»
¡Qué pareja!

ESCUPE DE MAURO GATICA: LA POESIA HECHA VEHEMENCIA por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


Como testigo de la evolución de la voz poética de Mauro Gatica, me atrevo a formular con conocimiento de causa que  va vigorosamente hacia la consolidación. Escupe es un poemario  premunido de un leitmotiv múltiple cuya columna vertebral resulta la vehemencia con que el yo poético se enfrenta al mundo, en actitudes apostróficas y coloquiales.

Escupe se edifica sobre cuatro pilares: Saliva-Microbios-Escupe-Ciber, los poemas están en un formato de prosa poética salvo  por los slash (/) que van separando frases y que forman una  musicalidad variada y a veces abiertamente arriesgada. Los títulos son extensos y los textos correspondientes son una extensión de ellos.

Saliva presenta una cosmovisión cotidiana y agresivamente personal, las imágenes del diario vivir se tornan detonantes necesarias en una explosión mental de emociones casi cinematográficas, con un gran angular que nace en el rabillo del ojo, y luego el caos temporal cuyas imágenes se van ordenando en el compás de este capítulo de Escupe.

Microbios, sobresalen las referencias y en especial el poema “doli incapax o el asesinato de james bulger…” donde se recrean con detalles y con  suposiciones el crimen del cual James Bulger, quien fue asesinado por dos menores de edad de diez años, alcanza a ribetes del trabajo gráfico pre-film, o en su defecto un peritaje, Gatica golpea los sentidos, pronto las composiciones poéticas hablan de los oscuros ribetes que puede ofrecer la naturaleza humana. A esta altura hay que mencionar obligadamente el asertivo trabajo demostrado en los epígrafes. Brilla el texto “diógenes o el amor en los tiempos del bit…” un poema que se decodifica en un lenguaje actual y cibernético.

Escupe, con este capítulo se llega al clímax de este poemario, el descenso al infierno vivencial de los otros se vuelve el telón de fondo, para que el poeta libere sus demonios, esas voces  interiores que conviven con el hombre de carne y hueso que observa la realidad, sobresale “salmo treintaitres o no pretendo la vida pero no estoy muerto aunque muerto parezca junto a otros ...”

Ciber, es el capítulo final,  donde al poeta no le tiembla la mano para encarar esas realidades de las cuales el lector, niega o reniega con una moralidad que teme salir de los muros de la vida propia y hasta  la ajena. La vehemencia da paso a una objetividad salvaje en que  ese acto demostrativo y rayano en lo narrativo se torna un potente speech, catártico, tanto al poeta como a quien se atreve a disfrutar de estos poemas.
Las referencias cinematográficas  resaltan y sostienen  la estructura de Escupe, entiéndase de que los textos no se basan ni se sostienen en estas referencias, son aquellos rasgos que ilustran la cosmovisión de este poemario y de Gatica en particular.

La editorial KOREKHENKE apuesta por publicar este potente poemario de Mauro Gatica. Imprescindible para hacerse una idea de  hacia dónde apunta la poética contemporánea.


viernes, junio 07, 2013

LA MÚSICA DE ERICH ZANN por H.P. LOVECRAFT


He examinado con el mayor detenimiento los mapas de la ciudad, sin lograr nunca
encontrar de nuevo la Rue d'Auseil. No todos los mapas eran modernos, pues soy consciente
de que los nombres cambian. Antes al contrario, he indagado exhaustivamente en la historia
local y he explorado personalmente cualquier parte, cualquiera que fuera su nombre, que
pudiera corresponderse con la calle que yo conocí como Rue d'Auseil. Pero, a pesar de todo
esto, ahí queda el humillante hecho de que no puedo encontrar la casa, la calle o incluso el
barrio donde, en los últimos meses de mi agobiada vida como estudiante universitario de
metafísica, escuché la música de Erich Zann.
No me extraña que me falle la memoria, ya que mi salud, tanto física como mental,
estaba seriamente mermada durante la época en que residí en la Rue d'Auseil, y recuerdo que
nunca lleve hasta allí a ninguna de mis escasas amistades. Pero resulta extraño y singular el
que no pueda volver a encontrar la calle, ya que se hallaba a media hora de camino de la
universidad, y se distinguía gracias a particularidades que serían difíciles de olvidar para
cualquiera que las hubiera visto. Nunca he conocido a nadie que haya visto la Rue d'Auseil.
La Rue d'Auseil se encontraba cruzando un río oscuro flanqueado de altos almacenes
de ladrillo, y era salvado por un sólido puente de piedra oscurecida. Siempre reinaban las
tinieblas junto a ese río, como si el humo de las cercanas factorías velaran perpetuamente el
sol. Asimismo, el río apestaba a malsanos hedores que nunca antes había aspirado, y que
pueden serme de ayuda algún día en mi búsqueda, ya que podría reconocerlos al instante. Al
otro lado del puente se abrían angostas calles de adoquines y traviesas, y después venía la
cuesta, suave al principio, pero ya increíblemente empinada al llegar a la Rue d'Auseil.
Nunca antes he visto una calle tan estrecha y escarpada como la Rue d'Auseil.
Resultaba casi un barranco, cerrada al tráfico, formada en ciertas partes por tramos de
escaleras y rematando en lo alto en una tapia elevada y cubierta de hiedra. El pavimento
resultaba irregular, hecho a veces de lajas de piedra, a veces de adoquines y a veces de tierra
desnuda en la que brotaba una tenaz maleza gris verdosa. Las casas eran altas y de tejados
picudos, increíblemente viejas e inclinadas sin ton ni son hacia delante, detrás o los lados. A
veces un par de casas enfrentadas, ambas vencidas hacia delante, casi llegaban a juntarse
sobre la calle, como un arco, y en verdad robaban casi toda la luz al terreno de debajo. Había
unos cuantos puentes volantes que saltaban de casa a casa sobre la calle.
Los habitantes de esta calle me causaban una peculiar impresión. Al principio pensé
que se debía a su talante silencioso y reservado; pero más tarde concluí que era causado por
el hecho de que todos eran muy viejos. No sé cómo acabé viviendo en una calle así, pero no
estaba muy en mis cabales al mudarme. Había vivido en multitud de cuchitriles, siempre
desahuciado por falta de dinero, hasta arribar a esa casa destartalada de la Rue d'Auseil,
regentada por Blandot, un paralítico. Se trataba de la tercera casa a partir del final de la calle,
y con mucho era la más alta de todas.
Mi cuarto estaba en la quinta planta, la única con inquilino, ya que la casa estaba casi
vacía. La noche de mi llegada oí una extraña música proveniente de la picuda buhardilla de
arriba, y al día siguiente interrogué al respecto al viejo Blandot. Me contestó que se trataba de
un viejo violinista alemán, un extranjero mudo que firmaba como Erich Zann, y que tocaba
por las tardes en la orquestilla de un teatro, añadiendo que el deseo de Zann de tocar durante
las noches, a la vuelta del teatro, era lo que le había llevado a elegir su alta y aislada
buhardilla, cuya ventana de gablete era el único lugar de la calle desde donde uno podía otear
más allá del muro de remate, hacia el declive y la panorámica de más allá.
A partir de entonces pude escuchar cada noche a Zann, y aunque me mantenía en
vela, me sentía tocado por lo ajeno de su música. Sabiendo poco de ese arte, estaba
convencido de que ninguna de aquellas composiciones tenía relación alguna con cualquier
música que hubiera escuchado antes, y llegué a la conclusión de que estaba ante un
compositor de un genio sumamente original. Cuanto más escuchaba, más fascinado me sentía,
hasta que al cabo de una semana me decidí a ganarme la amistad del anciano.
Una noche, a la vuelta de su trabajo, me hice el encontradizo con Zann en el vestíbulo
y le comenté que me gustaría conocerlo, así como acompañarlo mientras tocaba. Se trataba de
un personaje bajo, delgado, cargado de hombros, de ropas raídas, ojos azules, rostro grotesco
como el de un sátiro y casi calvo. A mis primeras palabras pareció irritado y temeroso a un
tiempo. Mi talante, abiertamente amistoso, lo aplacó no obstante al final, y de mala gana me
invitó por señas a seguirlo por las escaleras oscuras, crujientes y temblorosas del ático. Su
cuarto, uno de los dos que había en la empinada buhardilla picuda, miraba al este, hacia la
gran tapia que formaba el remate superior de la calle. Era de gran tamaño y parecía aún
mayor gracias a su extrema desnudez y abandono. El mobiliario consistía tan solo en un
estrecho jergón de hierro, una desconchada palangana, una mesa pequeña, una gran librería,
un atril de hierro y tres sillas vetustas. Las partituras se apilaban en desorden por los suelos.
Los muros eran de tablazón desnuda, y seguramente jamás conocieron el yeso, al tiempo que
la abundancia de polvo y telarañas acentuaban la impresión de que el lugar estaba más
abandonado que deshabitado. Sin duda, el mundo de belleza de Erich Zann se hallaba en
algún lejano cosmos de la imaginación.
Invitándome a sentarme, el mudo cerró la puerta, echó el gran pestillo de madera y
encendió una vela para hacer compañía a la que había traído consigo. Luego sacó el violín de
su apolillada funda y, empuñándolo, se sentó en la menos incómoda de las sillas. No empleó
el atril, pero sin una vacilación, tocando de memoria, me encandiló durante una hora con
melodías nunca antes oídas, melodías que debían ser creaciones suyas. Describirlas con
exactitud es algo imposible para un lego en música. Se trataba de algo así como una fuga, con
pasajes recurrentes de una cualidad de lo más fascinante, pero lo más notable fue la ausencia
de cualquiera de las extrañas notas que había escuchado arriba, desde mi cuarto, en anteriores
ocasiones.
Recordaban bien esas notas obsesivas, y a menudo las había tarareado y silbado
titubeante para mí mismo, por lo que cuando el músico bajó al fin su arco le pregunté si
podría brindarme alguna de ellas. Apenas comenzada mi solicitud, el arrugado rostro de
sátiro perdió su aburrida placidez que luciera durante la interpretación, pareciendo mostrar
esa misma y curiosa mezcla de ira y temor que ya advirtiera la primera vez que abordé al
anciano. Por un momento intenté la persuasión, achacando de forma bastante ligera su actitud
a un ramalazo de senilidad, e incluso intenté despertar el extraño humor de mi anfitrión
silbando algunos de los acordes que oyera la noche antes. Pero no insistí más que un
momento, ya que, apenas reconocer el silbido, el rostro del músico mudo se contorsionó en
un gesto que se encontraba más allá de cualquier análisis, y su mano derecha, larga, fría y
huesuda, se levantó para silenciar mi boca y su tosco remedo. Al hacerlo dio otra muestra de
excentricidad lanzando una ojeada inquieta a la solitaria ventana, cubierta de cortinas, como
si temiera alguna intrusión... una mirada doblemente absurda por cuanto la buhardilla se
alzaba alta e inaccesible sobre los tejados vecinos, y siendo esa ventana, tal como me dijera el
conserje, el único lugar de esa empinada calle y la única desde la que uno podía ver el muro
de lo alto.
La mirada del viejo me trajo a la cabeza el comentario de Blandot, y se me antojó
contemplar el vasto y vertiginoso panorama de tejados a la luz de la luna, así como las luces
al otro lado de la cima de la colina, de las que, de entre todos los habitantes de la Rue
d'Auseil, sólo este asilvestrado músico podía disfrutar. Me acerqué a la ventana e iba a abrir
las indescriptibles cortinas cuando, con una espantada rabia aún mayor que la de antes, el
mudo huésped volvió a abalanzarse sobre mí, en esta ocasión señalándome la puerta con la
cabeza mientras trataba de arrastrarme con las manos. Completamente disgustado ahora con
mi anfitrión, le exigí que me soltase, diciéndole que me iría en el acto. Su apretón aflojó y,
viéndome molesto y ofendido, su propia furia pareció disiparse. Volvió a oprimir mi brazo,
esta vez en gesto de amistad, conduciéndome hasta una silla; entonces, con gesto pensativo,
fue hasta la abarrotada mesa y allí escribió algunas palabras a lápiz en el trabajoso francés de
los extranjeros.
La nota que acabó tendiéndome era una súplica de tolerancia y perdón. Zann decía ser
anciano, solitario y afligido por extraños miedos y problemas nerviosos relacionados con su
música, entre otros motivos. Se sentía honrado por mi interés hacia su música y esperaba que
volviera a visitarle, sin tener en cuenta sus excentricidades. Pero no podía tocar para otra persona
sus extrañas melodías, ni podía dejar que las oyesen; ni permitir que nadie tocase nada
en ese cuarto. Hasta nuestra conversación en la sala, no había sabido que podía oírle tocar
desde mi alcoba, y ahora me rogaba que, si podía, arreglase con Blandot el instalarme en una
habitación más baja, desde la que no pudiera escucharle de noche. Él, afirmaba, pagaría la
diferencia de precio.
Mientras estaba sentado, descifrando su execrable francés, me sentí más dispuesto
hacia el anciano. Era víctima de padecimientos físicos y nerviosos, tal como yo; y mis
estudios metafísicos me habían enseñado la virtud de la caridad. En el silencio hubo un ligero
sonido en la ventana -la contraventana debió golpetear en alas del viento nocturno-, lo que
por alguna razón sobresaltó violentamente a Erich Zann. Cuando acabé de leer, estreché la
mano de mi anfitrión y me fui como amigo. AI día siguiente, Blandot me asignó un cuarto
más caro en la tercera planta, entre la alcoba de un viejo usurero y la habitación de un
respetable tapicero. No había nadie en la cuarta planta.
No tardé en descubrir que el interés de Zann por mi compañía no era tan grande como
parecía cuando me convenció para que me mudase de la quinta planta. Nunca me invitaba, y,
cuando yo mismo lo hacía, parecía disgustado y tocaba indiferente. Era siempre de noche...
dormía de día y no recibía a nadie. Mi aprecio por él no creció, pero la habitación del ático y
el extraño músico parecían ejercer una rara fascinación sobre mí.
Sentía un curioso deseo de mirar a través de esa ventana sobre el muro y las invisibles
laderas, sobre los resplandecientes tejados y los chapiteles que debían desplegarse más allá.
Una vez acudí en horas de teatro a la buhardilla, cuando Zann no estaba, pero la puerta se
hallaba cerrada con llave.
Lo que sí conseguí fue el escuchar los conciertos nocturnos del viejo mudo. Al
principio iba de puntillas hasta mi antiguo cuarto de la quinta planta, luego me hice lo
bastante audaz como para ascender por el último y crujiente tramo de escaleras hasta la
picuda buhardilla. En el angosto descansillo, al otro lado de la puerta, trancada y con la
cerradura ocluida, escuchaba a menudo sonidos que me llenaban de un miedo indefinible...
miedo a prodigios indefinidos y misterios acechantes. No es que tales sonidos fuesen
espantosos, pues no lo eran, pero contenían vibraciones que sugerían cosas que no eran de
este mundo y, a intervalos, asumían una cualidad sinfónica que a duras penas podía creer el
producto de un sólo músico. Con el paso de semanas, la interpretación se volvió más salvaje,
mientras el viejo músico se tornaba cada vez más ojeroso y furtivo que lo hacían lastimoso de
ver. Ahora rehusaba admitirme en momento alguno, y me rehuía cada vez que nos topábamos
en las escaleras.
Y una noche, mientras escuchaba al pie de la puerta, oí cómo el chirriante violín
estallaba en una caótica babel de sonidos; un pandemónium que podría haberme hecho dudar
de mi propia y tambaleante cordura de no haberme llegado de detrás de esa puerta cerrada
una lastimera prueba de que el horror era real... ese grito espantoso, inarticulado, que sólo un
mudo puede proferir, y que se desata sólo en momentos del más terrible miedo o angustia.
Golpeé insistentemente la puerta sin obtener contestación. Entonces esperé en el oscuro
rellano, estremecido de miedo y frío, hasta oír los débiles esfuerzos del pobre músico por
incorporarse con ayuda de una silla. Creyéndolo recobrarse de un desmayo, reanudé los
golpes a la vez que pronunciaba mi nombre para tranquilizarlo. Escuché cómo Zann se
tambaleaba hacia la ventana y cerraba contraventana y cortina; después fue trastabillando
hasta la puerta y la abrió titubeante. Esta vez su gozo al verme fue real, ya que su semblante
desencajado resplandecía de alivio mientras se aferraba a mi chaqueta como un niño a las
faldas de su madre.
Temblando de forma patética, el viejo me hizo sentar en una silla, al tiempo que él
ocupaba otra, junto a la que su violín y arco yacían de forma descuidada sobre el suelo.
Permaneció algún tiempo inmóvil, cabeceando de forma extraña, ofreciendo una paradójica
insinuación de escucha intensa y espantada. Después pareció quedar satisfecho y, pasando a
una silla junto a la mesa, escribió una breve nota, me la tendió y regresó a la mesa, donde
comenzó a escribir rápida e incesantemente. La nota me rogaba encarecidamente, y si quería
satisfacer mi curiosidad, que esperase en mi sitio mientras él preparaba un registro completo
en alemán de todos los prodigios y terrores que le habían acaecido. Aguardé, y el lápiz del
mudo volaba.
Quizás una hora mas tarde, mientras yo aún esperaba y las hojas que el viejo músico
rellenaba febrilmente continuaban apilándose, vi sobresaltarse a Zann como tocado por un
horrible estremecimiento. Sin lugar a dudas, miraba a la ventana cubierta por cortinas y
escuchaba estremecido. Entonces me pareció a medias oír un sonido; aunque no era nada
horrible, sino que, por el contrario, se trataba de una nota musical sumamente baja e
infinitamente distante, sugiriendo un intérprete que se hallase en una de las casas de la
vecindad, o quizás en alguna morada del otro lado del muro sobre el que nunca había llegado
a mirar. Pero el efecto fue terrible para Zann, ya que, dejando caer el lápiz, se alzó
bruscamente, empuñó el violín y comenzó a desgarrar la noche con la más extraordinaria
interpretación que jamás haya oído nacer de ese arco, fuera de lo escuchado junto a la puerta
cerrada.
Sería infructuoso describir la interpretación de Erich Zann en esa noche espantosa.
Resultaba más horrible que cualquier otra cosa que yo hubiera escuchado, ya que ahora veía
la expresión de su rostro, y podía comprender que el motivo era un miedo atroz. Intentaba
hacer ruido para mantener algo a raya o quizás ahogar sus sonidos... el qué, no puedo
imaginarlo, aunque creo que debía tratarse de algo terrible. La ejecución se volvía fantástica,
delirante e histérica, aunque manteniendo hasta el fin las cualidades de supremo genio que,
como yo bien sabía, poseía aquel singular anciano. Reconocía los sones –se trataba de una
salvaje danza húngara, popular en los teatros, y por un instante pensé que era la primera vez
que oía a Zann acometer la obra de otro compositor.
Más y más alto, más y más salvaje, subían el chirrido y el gemir de aquel violín
desesperado. El músico estaba empapado en sudor y se contorsionaba como un mono, sin
dejar de mirar frenéticamente hacia la ventana cubierta por la cortina. En sus extraordinarias
contorsiones, casi podía adivinar sátiros y bacantes bailando y girando enloquecidos a través
de hirvientes abismos de nubes y humo y relámpagos. Y entonces creí escuchar una nota más
aguda y persistente que la del violín; una nota calmosa, deliberada, intencionada, burlona,
que llegaba de muy lejos hacia el oeste.
En ese momento la contraventana comenzó a batir empujada por un rugiente viento
nocturno que se había alzado en el exterior a la par que el loco concierto de dentro. El
chirriante violín de Zann ahora se impuso emitiendo sonidos que yo no creía posibles en un
instrumento así. La contraventana batió más fuerte, suelta, y comenzó a golpear la ventana. El
cristal saltó en pedazos bajo los golpes repetidos y el viento frío entró, haciendo chisporrotear
las velas y arrebatando los folios de la mesa donde Zann había comenzado a transcribir su
horrible secreto. Miré a Zann y vi que se hallaba más allá de cualquier relato imparcial. Sus
ojos azules estaban desorbitados, vidriosos, ciegos, y la frenética interpretación se había
convertido en una irreconocible orgía, ciega, mecánica, que ninguna pluma puede aspirar
siquiera a insinuar.
Un soplo repentino aun más fuerte que los demás, arrebató el manuscrito y lo llevó
hacia la ventana. Perseguí con desesperación las hojas volantes, pero se fueron antes de que
pudiera llegar a los cristales rotos. Entonces recordé mi antiguo deseo de mirar por esa
ventana, la única en la Rue d'Auseil desde la que uno podía contemplar la ladera al otro lado
del muro y la ciudad que se extendía más allá. Estaba muy oscuro, pero las luces de la ciudad
permanecían encendidas, y yo esperaba verlas a. pesar de la lluvia y el viento. Pero aunque
me asomé a esa alta ventana de buhardilla, miré mientras las velas chisporroteaban y el loco
violín aullaba al compás del viento nocturno, no vi ciudad alguna abajo, ni luces amigables
resplandeciendo desde calles reconocibles, sino sólo la oscuridad del espacio ilimitado;
inimaginable espacio viviente, con movimiento y música, careciendo de semejanza alguna
con nada de esta tierra. Y mientras permanecía allí, mirando aterrorizado, el viento apagó las
velas de la antigua buhardilla picuda, sumiéndome en una salvaje e impenetrable oscuridad,
con caos y pandemónium ante mí, y la demoníaca locura del violín aullando en la noche a
mis espaldas.
Retrocedí tambaleándome en la oscuridad, sin medios para encender la luz, chocando
con la mesa, volteando una silla y finalmente abriéndome paso hacia el lugar donde la
oscuridad gritaba con la estremecedora música. Debía hacer algo para salvarnos a Erich Zann
y a mí mismo, cualesquiera que fueran los poderes que se nos enfrentaban. En cierta ocasión
creí sentir el roce de algo helado y grité, pero mi grito fue acallado por aquel espantoso
violín. Repentinamente, en la oscuridad, el enloquecido vaivén del arco me tocó y supe que
estaba junto al músico. Tanteando, toqué el respaldo de la silla de Zann, y luego encontré y
sacudí su hombro intentando hacerle volver en sí.
No respondió, y el violín chirriaba sin pausa. Alcé la mano a su cabeza, cuyo
mecánico agitar pude detener y le grité en el oído que debíamos escapar de los desconocidos
seres de la noche. Pero ni me respondió ni detuvo el frenesí de su inexplicable música,
mientras que por toda la buhardilla parecían danzar extrañas corrientes de viento entre la
oscuridad y la confusión. Al tocar con la mano su oreja me estremecí, aunque sin saber por
qué... no lo supe hasta que palpé su rostro inmóvil; el rostro frío como el hielo, rígido, sin
respiración, cuyos ojos se desorbitaban en vano mirando el vacío. Y entonces, merced a algún
milagro, alcancé la puerta y el gran pestillo de madera, y huí desesperadamente del ser de
ojos vidriosos en la oscuridad, y del espectral aullido de ese maldito violín cuya furia crecía
según yo escapaba.
Saltando, volando, huyendo por esas escaleras sin fin a través de la casa a oscuras;
corriendo a ciegas por esa calle estrecha, empinada y antigua, llena de escalones y casas
inclinadas; bajando escalinatas y corriendo sobre adoquines hacia las calles inferiores y el
pútrido río encajonado; cruzando jadeante el gran puente oscuro hacia las calles y bulevares
más amplios y salubres que me resultaban conocidos; aún guardo todas esas impresiones. Y
recuerdo que no había viento ni luna, y que todas las luces de la ciudad resplandecían.
A pesar de mis búsquedas e indagaciones más cuidadosas, nunca he podido dar con la
Rue d'Auseil. Pero tampoco me pesa tanto, ya sea por esto o por la pérdida en abismos no
soñados de las hojas de letra apretada que eran lo único que podrían haber explicado la
música de Erich Zann.
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