jueves, octubre 18, 2012

¡A LILITH! - EN VEZ DE UNA CARTA por VLADIMIR MAIAKOVSKI



En vez de una carta.

El humo del cigarrillo consumía el aire,
El cuarto parecía un capítulo
del "Infierno" de Kruchoni.
¿Recuerdas,
detrás de esta ventana,
la primera vez,
que extasiado, acaricié tus manos ?
Hoy, sentado estoy,
y tengo el corazón aprisionado.
Pasarán los días,
y tal vez,
me echarás, insultándome.
Ya no entraré en el oscuro pasillo de tu casa,
con las manos temblando.
Saldré por fin,
y arrojaré mi cuerpo a la calle,
salvaje,
enloquecido,
desgarrándome desesperado.
No hace falta eso, querida,
mi buena amiga,
mejor despidámonos ahora.
Igual mi amor,
será una cadena que colgará siempre de ti, adonde vayas.
Déjame llorar en un último grito,
la amargura de mis quejas ofendidas.
Si a un buey lo matan de trabajo,
se echará a descansar sobre la hierba fresca.
Para mí,
más que tu amor, no me consuela nada.
Y tu amor ni con el llanto me otorga algún descanso.
Si el elefante busca reposo
se acostará solemne sobre la arena ardiente.
Para mí,
No hay otro sol más que tu amor,
aunque no sepa dónde estás, ni con quién.
Si así viviese atormentado el poeta,
cambiaría el dinero y la gloria por su amada,
mas para mí,
no hay sonido más alegre,
que el sonido de tu nombre amado.
Y no me arrojaré al abismo,
y no tomaré veneno,
y no podré apretar el gatillo en las sienes.
Para mí,
tu mirada,
tiene más fuerza y poder,
que el filo de cualquier navaja.
Mañana olvidarás,
que yo te he coronado,
que el alma florecida la he consumido de amor.
Días de trajín barrerán el carnaval desordenado,
y las cuartillas de mis versos se perderán.
Acaso alguna vez mis páginas, cual hojas secas
te obligarán a detenerte,
a respirar con avidez.
Déjame,
aunque más no sea,
alfombrar con mi última amargura,
tu paso que se aleja.

1 comentario:

  1. El día era grande de su estatura,
    un presagio de tiempos nuevos,
    una antesala de la fortuna.

    Su canto grave rompía los credos,
    y cantaba canciones duras,
    cantaba golpes, cantaba el fuego.

    Era el tiempo de los estrenos,
    el comienzo del porvenir,
    era el néctar contra el veneno,
    la tierra en celo, era el fusil.

    Era el canto definitivo,
    y la vida cantó en su luz,
    la canción del desposeído,
    el canto bueno del buen cantor.

    Arrebataba la poesía,
    de los cuellos para el encaje
    y untaba en máuser la canturía.

    Rompía las sedas y los ropajes
    y teñidas de rebeldía
    rojas banderas le hacían de paje.

    Silvio Rodríguez

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