martes, junio 21, 2011

NOTICIAS DE BABILONIA por ENRIQUE LIHN



Error, me das la cara incorregible,
uno a uno los pasos de la prueba
en la medida misma en que te alejan
extienden la frontera de tu reino.
No se ha perdido nada de la muerte
ni del primer contacto peligroso,
con todo lo que fuimos a vivirnos,
a pesar del rosario y por su culpa.
Cuando se deshicieron nuestras piernas
del cuatro, nació el sexo en la miseria.
Era una tumba todo ese silencio
y el amor al silencio el primer paso.
Iglesia de los Padres Capuchinos,
Iglesia de los Padres Alemanes,
lo del cordero fue una historia cruel
lo de la eternidad mi pesadilla.
Seres amados que se me escaparon
de los dedos, camino de los cielos,
estamos vivos pero desdoblados:
sigo allí en ese misterio doloroso.
Pruebas al canto del error: viví
entre columnas de arrepentimiento,
bajo un ruido de alas de cigüeña,
sometido al rigor de la inocencia.
Música en que aprendí mi silabario
de la Pasión según Santa Vitrola,
Palacio de Cristal allá en lo alto
lleno del cacareo de los ángeles.
Calle de Dios perdida para el mundo
sobre la cual el cielo demostraba
con el compás solar, mórbidamente,
la belleza perfecta del divino.
Atardecer que se nos iba hundiendo
mientras soplaba, en un silencio exacto,
un mal barroco de alas estropeadas
su trompetilla, oleajes
acantilados montes de la luna
playas del sol para que allí fondearan
por millares los barcos de la muerte,
todo como en la palma de mi mano.
Abuela de escribir, máquina mía,
ya no corre la sangre por mis venas:
de agua bendita soy un pudridero,
llenas de musgo y podre están las llagas.
Este que vino a Babilonia en cuatro
caballos sucesivos
huyendo del camino de Damasco,
es el quinto jinete apocalíptico.
No había amor humano que cortara
el aliento al amor a lo divino
sin convertir de golpe al corazón
por asfixia en "el órgano del miedo"*.
Y en plena asfixia vi cómo cruzaba
Calle de Dios abajo, perdidiza
quebrándome la línea del destino,
Erika: el paraíso en bicicleta.

Adiós, bajo este signo: mala estrella
polar preludio de lo que no es,
mi soledad babea tango a tango
el repertorio de las que se fueron.
Corriente de mujeres migratorias
de toda pluma, el cazador se emperra
en olfatear la sombra de la carne
que trae el perro-rio entre los dientes.
Este pequeño aborto del infierno
vino al mundo a lavarlo del pecado.
San Francisco de Asís había muerto,
alguien tenía que resucitarlo.
Iglesia de los Padres Capuchinos,
Angel de la Trompeta en la ventana.
Dios es amor, reparto a domicilio.
Alguien tenía que resucitarlo.
Vino al mundo con flores a María
en un decir Asís y "Vamos todos".
Para la eternidad no hay muerto eterno.
Alguien tenia que resucitarlo.
Lo del cordero fué una historia cruel,
ese primer contacto peligroso.
No se ha perdido nada con la muerte
dice la eternidad, mi pesadilla.
Máquina de morir, abuela eterna,
contra mi corazón arrodillado
se me humilla de pronto la cabeza,
mi corazón, "el órgano del miedo".
Contra el error no he dado con la fórmula
Alquimia del amor a lo divino
irreversible como la locura,
nunca di con el oro de lo humano.
Ni aun la poesía me consuela:
es inviolable "El Gran Brillante"* o
cada una de esas vainas metafísicas
déla botica celestial, no hay nada**
nadie que pase intacto la barrera
de lo que fue una vez lo prohibido
sin meterse en el lecho de Yocasta
bajo la gran sonrisa de la Esfinge.
De las pobres esferas sube y sube
esta miseria de la musiquilla:
un solo de trompeta que se ahoga
frente al solo de sol de la respuesta.
Elevado silencio a todo cubo
resonando en la callea toda pala,
alli abajo recogen la basura.
Venid y vamos todos al infierno.
A la ciudad de Babilonia llega
el desconsuelo de la musiquilla.




•Me lo dijo mi hermano: según Nietzsche "La música es el
órgano del miedo".
•El Gran Brillante de la Oda a Charles Fourier, de André
Bretón
**La farmacopea celeste, de Baudelaire.

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