miércoles, febrero 09, 2011

LA CHICA QUE ESPERA SOBRE SUS ZAPATOS por ALEXIS FIGUEROA


Esa mujer en la tarde parada al lado de la carretera
tenía una falda corta de color calipso y no medias;
ella, de piernas largas y blancas
-señales de humo y de brillo estelar
hacia el vértice hundido en su pequeño vestido-
y un cuerpo de pequeña pero bella zulú,
larga, esbelta en sus proporciones de nieve africana,
y ojos de tigre pintados con color de arrebol,
era la chica de los zapatos de plataforma
en un día de tarde de abril.
Grandes zapatos oscuros, con grandes cordones oscuros,
de donde se levantaba su cuerpo
esperando por los camioneros
y por ir más allá
(y ella me dijo:
"no cualquier hombre,
no espero a cualquiera, pero siempre hay alguien
que me puede llevar"):
una garza flamenca, anclada a la tierra
por sus bloques pedestres:
una protección necesaria
para su espíritu de ave, sola, poderosa y salobre,
recién probando sus alas teñidas un poco de
población y miseria, ante el peligroso
y mágico brillo del sol.
(Recordé, pensé entonces en Lezama Lima,
es decir, en ese hipopótamo con alas de mariposa
quemándose en medio del aire de su isla cubana).
Y esto vi:
el tótem familiar del albatros
habitando en ella escondido, casi sin saber.
Y su risa de frente
era la forma de una palabra imperiosa y arcana,
y era el signo de su par de piernas
suavemente abiertas mientras esperaban haciendo una V.
Ella estaba sobre el camino y yo arriba de un bus.
Después continué recordándola entera,
entre el reflejo momentáneo y acuoso
de las vidrieras del bus.
Bella muchacha en la carretera,
si me llamara Raimundo,
sería una rima, pero no una solución:
a tus puertas golpea el mundo,
pero más vasto y extraño es tu corazón.

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