viernes, febrero 11, 2011

EL LLANTO DE LOS LLANTOS por PABLO DE ROKHA




INMENSO NOCTURNO ANTIGUO



Lo oscuro es una gran patada sobre un techo de fierro; todo está solo y solo está el cadáver que canta gritando en la eternidad, sobre el terrible hueco del mundo vacío y descomunal que arrojará un hombre desnudo como un escupo desde la cama a la suciedad del trabajo burgués,
acaso después de haber mordido el vientre caliente de su hembra con el
hocico desdentado y tenebroso; le romperé las sienes a la gente contra un palo de oro y estoy echado.
¡Cómo aullan las tumbas y cómo los gusanos pelean la presa a
mordiscos!...
Un parlamento de esqueletos gravita y arde debajo de la luna sangrienta
y recién parida de un león y el capitán de los degenerados se masturba al pie de las banderas pisoteadas
porque llegó el adiós en el cual todos los muros se derrumban y el sol caído
pone un huevo negro; las tinieblas y las culebras se identifican en este instante; y son lo mismo las brujas, las vírgenes, las putas y los pelados buhos a
aquestas horas do murió todo reloj y está la majestad del hombre en soledad de costillar, ardiendo como las
banderas,
pues somos los viejos pingajos de una telaraña roja que irá rendida como
la manta usada de "Satanás" sobre nosotros.

A caballo en su caballo de asfalto viene "el Arcángel" que no
existió nunca
llevando la religión colgando entre las patas como un par de cojones negros y un magistrado en taparrabos con la lengua afuera, por debajo
de la cola,
al cual consagra el diploma con estiércol de juez un asesino de policías.

Todo está roto, despernancado, hundido en una especie de podredumbre celestial que aterra, y las estrellas mean la tierra de orines negros
como la conciencia de un sacerdote, como la tiniebla que invade al recién
casado
o como el sable enorme de un Dictador;
perros completamente muertos arañan la lámina ensangrentada que se entiende entre el individuo y el infinito, un explotador degüella a un trabajador con un antiguo cuchillo maldito que
echa grandes llamas
y los relámpagos del Señor de los Ejércitos aplastan a la infancia abandonada, porque la justicia de "Dios" se ejerció eternamente contra
los pobres;
una tal ramera está abierta de Oriente a Poniente
y es la República "democrática" del Imperialismo, por cuyos estratos
abdominales (que son Una gran cripta), asoma la bomba atómica su carcajada de excrementos
buscando un niño para asesinarlo, una madre pura, un viejo para asesi¬narlo, para asesinarlo, para asesinarlo, un enfermo o un obrero, para asesinarlo en el nombre de la Humanidad. . .

Las vías públicas del cielo están repletas de carajos completamente
borrachos y emputecidos
y la luna es una gran vulva con la cara helada
mostrando todo aquello en que se basaron las religiones para explotar la
imbecilidad herida
y sacarle el dinero del corazón al infeliz hambriento y piojento de "Dios", al tonto caliente e inocentísimo que se rasguña —amarillo de infinito— la eternidad en los testículos considerados como el sentimiento
del universo.

Llena la sombra, como un árbol azulmente blanco, tu respiración, y
el océano
te lame como un perro verde,
grita y gira alzando los brazos en las inmensidades de las profundidades definitivas y mira la caída de los Imperios al mar...

Pero "el gusano vil" lo supera y lo devora con todos los tiempos
adentro,
el gusano que es el último hijo del polvo, el gusano cuyos dientes negros socavan el mundo y las murallas del mundo, el gusano que levanta el bastón del horror encima de la cara de la tierra, lanzando la dentellada inmortal sobre el hombre, el gusano rojo y solo en todo lo hondo remoto de los sepulcros, compañero del asesino y del General que monta un potro de oro en la batalla.

Y nos abrimos el pecho para que dispare la muerte.

La seriedad del atardecer por el atardecer nos circunda y la caída
del sol nos acosa, nos define, nos aplasta sobre un colchón funeral de recuerdos que muerden como ladridos o chinches furiosas
y hay hojas caídas que parecen doncellas del pasado que murieron con
pelo y todo ha noventa siglos
en el corazón de las polvorosas bibliotecas,
que son estanterías de chafalonía imperial hechas completamente fuera de
la historia;
vamos por debajo de una gran cúpula, por debajo de los álamos desesperados que agitan la cabeza y echan terror horrible encima de las ciudades, por debajo de los subterráneos mundiales como sombras de sombra y la oscuridad nos apuñalea;
todo fué inútil, todo, definitivamente todo y sudando nos helamos de comprender que todo fué inútil y que nos gastamos inútilmente luchando contra el tiempo y el sueño, peleando con espantajos que se apuntalaban en el ruido que hacían con su
propio y terrible miedo,
matando fantasmas a cuchilladas,
matando muertos que únicamente estaban pudriéndose y sonando, porque únicamente estaban pudriéndose y únicamente olían a sepulturas y a bayonetas de soldados de antaño, matando cadáveres
de cadáver con armas ilustres.. .
Hay una laguna de sol adentro del mundo: tú, y un canto de nidos te emerge del pecho entre el horrible crujido de
puentes caídos que produce la noche
o una gran calandria es tu alma.
Sin embargo me rodean animales completamente espantables y especies de serpientes del fondo del mundo o sapos venidos de un mar
muerto
en las caídas de su juventud.
Un gris de gusano se asoma por las rendijas de las murallas
desesperadas
y las palabras-putas que arrastraron los cojonudos maricones avanzan infantiles como arpías inocentemente vestidas de niños encima
de la elemental impunidad, cuando los payasos se suicidan y las rosas huelen a pólvora.

El Partido es la Humanidad, la trinchera y la palanca del pueblo,
el grito de estupor de la voluntad organizada de las multitudes, y su sombra enorme despliega la bandera
de alaridos del sufrimiento humano de punta a punta del infinito como un
árbol partiendo los sesos del mundo.
Solos no estamos y estamos solos en lo solo adverso con la soledad
muerta en la oreja
y nuestro bastón negro estalla su pólvora azul
en los solitarios abismos en los que aulla la perra inmensa de la noche.

¡Los pueblos corriendo desesperadamente llenaron con andrajos ensangrentados la cueva de la historia en la cual vomitan los dioses su borrachera de tinieblas, estupenda, y un demonio-orangután-cornudo y tan idiota como un gran orador, de¬rrama tinta oscura sobre la oscuridad del hombre hambriento desenganchado, enfermo,
y desnudamente furioso, con la patada de dios en el corazón!...

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