viernes, enero 14, 2011

PSYCHOPOMPOS por H.P. LOVECRAFT



Yo soy el que aulla en la noche;
Yo soy el que gime en la nieve;
Yo soy el que nunca ha visto la luz;
Aquel que surge de lo más hondo.
Mi carro es el carro de la muerte;
Mis alas son las alas del miedo;
Mi aliento es el aliento del norte;
Mi presa es lo frío y lo muerto.

En la antigua Auvernia, cuando las escuelas eran pocas
Y los campesinos temían lo que no sabían explicar,
Cuando los nobles vivían lejos de la corte del rey,
Aislados en solitarias fortalezas,
Moraba un hombre de rango en un castillo
Bajo el calmo crepúsculo de un añoso bosque.
Su nombre, De Blois; su linaje, noble y vasto,
Orgullosa herencia de un honroso pasado;
Pero siempre, ahora y antes, se murmuró
Que el Sieur De Blois no era como los demás.
Persona siniestra y flaca, de pelo lustroso
Y reluciente, blanca dentadura que a menudo mostraba;
De ojos penetrantes y furtiva gracia,
De su boca salía el dulce, suave idioma francés;
El Sieur era poco estimado y poco visto,
Tan celosamente guardaba su propia intimidad.

Los criados del castillo, pocos, discretos y viejos,
Cuentan una antigua y extraña historia
Donde están sus señores y a los que antes sirvieron.
Estas habladurías nacieron como muchas otras,
Impregnadas de un halo de misterio y envidia;
Patrimonio de lenguas venenosas y afiladas
Los rumores se alimentaron de pocos hechos.
Se decía que el Sieur había sido visto
Cerca del río y en mitad de la noche,
Con aspecto tan indecible y mirada tan extraña
Que los lugareños se santiguaban al verlo,
Aunque ninguno sabía decir con claridad
Por qué lo hacían, o por qué temblaban.
Se rumoreaba que De Blois despreciaba los rezos
Y que no iba a misa el día del Sabbath:
Pero no se puede afirmar nada
Pues en su casa no había capellán, cura ni monje.
Pero si el señor tenía dudosa fama,
Más temida y odiada era su noble dama;
Tan siniestra como él, de facciones salvajes y firmes,
Dotada de una gracia oscura y sobrenatural,
La altiva señora desdeñaba el ambiente rural
Y a los que trataban, en vano, de averiguar su origen.
Las comadres decían que sus ojos brillaban demasiado
Y los chiquillos temblaban al escuchar su risa;
Richard, el enano (sujeto poco creíble),
Juraba que se movía como una serpiente,
Mientras que el viejo Pierre (la edad provoca desvarios)
Decía que era más perversa que su marido.
Pero aún eran más absurdos los chismes
A los que se entregaba gratuitamente el populacho,
Las mentiras y murmuraciones sibilinas,
Los cuchicheos... Historias difíciles de probar
Pero que las comadres creían a pies juntillas,
A pesar de llegarles de segunda mano.
Y así, se fue extendiendo la leyenda que aseguraba
Que la señora De Blois echaba mal de ojo;
Incluso, furtivamente, llegaban a sugerir
Que en su pecho anidaba el germen de la brujería.
La vieja Mere Aflard (medio bruja también) decía
Que la dama tenía extraños tratos con la muerte.
Así vivían los dos, como tantos otros
Que rehuyen la fama y la vida en sociedad.
Desdeñaban los recelos de los campesinos
Y sólo querían una cosa... ¡que les dejasen en paz!

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