miércoles, enero 19, 2011

LILAT AL WAHDA por GONZALO ROJAS


Cuando muere el muerto no es que muera entera la totalidad
del desnacido, queda el alambre
de la memoria, un alambre
tenso, irreal, de unos diez metros
de amor, los parientes
hacen la figura y cuelgan
de la tirantez del hilo toda esa leva
de fornicios y precipicios que es por último el hombre
y su desnudez, sus éxtasis
diminutos en el cráter, ese olor
a Especie que olió abajo en los pelos
de las muchachas, así
no es que ése que está ahí se haya ido, ha
salido para entrar
generación tras generación a la bestialidad
insaciable del espíritu, ahí quedan
flameando en la filmación los pantalones, los calzones.

La muerte y el alambre: da risa
a lo que uno se expone. Todo
por aparecer con letras grandes a 10.000
el centímetro para que se sepa. Los esquimales
se enfrían sin alarde, pasan
la primera noche con naturalidad, ¿quién anda ahí, vuelco de fortuna? Total uno se enciende y se apaga.

Y déle con pensar pensamiento. Cambio casa habitada
por deshabitada. Que el techo
sea alto y propicio
para la ventilación del pez
cuya agua es distinta
allá abajo.
—El corrupto serás tú, ¡hipocrite lecteur! Tu madre será puta.
Los locos somos hijos de Dios.

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