lunes, enero 17, 2011

LA METAMORFOSIS DEL VAMPIRO por CHARLES BAUDELAIRE



La mujer, entre tanto, retorciéndose igual que una serpiente en las brasas,
y amasándose los pechos por encima de las ballenas del corsé
dejaba deslizar de su boca de fresa estas palabras impregnadas de almizcle:
—«Tengo los labios húmedos y conozco la ciencia
de perder en una cama la antigua conciencia.
Seco todas las lágrimas en mis pechos triunfantes
y hago que los viejos se rían con risas infantiles.
¡Para quien me ve desnuda y sin velos, sustituyo
a la luna, al sol, al cielo y a las estrellas!
Cuando aprisiono a un hombre con mis temidos brazos,
o cuando abandono mi busto a los mordiscos,
tímida y libertina, frágil y robusta,
soy, mi querido sabio, tan experta en deleites
que sobre ese colchón que se desmaya de emoción,
¡los ángeles impotentes se condenarían por mí!»

Cuando me hubo chupado toda la médula de los huesos,
y me volví hacia ella con languidez
para darle un beso de amor, ¡no vi más
que un odie tic flancos viscosos, rebosante de pus!
En mi helado terror, cerré los ojos,
Y cuando volví a abrirlos a la viva claridad,
a mi lado, en lugar del fuerte maniquí
que parecía haber hecho provisión de sangre,
entrechocaban en confusión unos restos de esqueleto
que producían un grito como el de una veleta
o el de un cartel que, en la punta de una vara de hierro,
el viento balancea en las noches de invierno.

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