martes, agosto 03, 2010

El Miedo ( de El descuartizado de Rodrigo Ramos)






Leonidas todavía se sorprende con las relaciones jefe y subordinados. Tal vez Leonidas sea ingenuo. Nunca ha sabido de pagas y horas extras, nunca le ha trabajado un día a nadie, ni tiene intenciones de hacerlo todavía, por esto de las relaciones jefe y subordinados. Leonidas, un personaje comodín dentro de la baraja, arriesga morir de neumonía como un vagabundo que pide plata en las puertas del supermercado. Aquí, los macheteros son quienes mendigan, en su mayoría jóvenes trashumantes. La gente les da plata más bien por temor que por compasión. Temen que el machetero les pueda poner el cuchillo en el cuello. La gente teme. Demasiada televisión. El temor se transa en la bolsa.

En los trabajos del Tercer Mundo se asume el rol de abusador o abusado. En los trabajos el jefe manda la mayoría de las veces con arrogancia y despotismo. Son tipos que alteran su personalidad, tratando de imitar a algún mandamás de fuste. Por estos lados el ejemplo más utilizado es el de dictador. Pinochet es el ejemplo. El orden militar es el ejemplo. El país funciona mejor como tropa. Castigo a quien la caga. Castigo. No es raro que así sea pues somos un país heredado de un dictador, un país milico.

El resto -los empleados- obedecen, nada más por miedo a quedar cesantes. Son pobres: pobres trabajadores endeudados. Gente que quiere vivir mejor por eso gasta lo que no tiene. Con ese miedo juega el jefe. Es un tipo sin misericordia. Te puede aplastar como una cucaracha, a pesar de que sea asiduo a la misa dominical. Te podrá decir que sólo Dios tiene misericordia. Buena excusa. Dios está en todas partes, omnipresente, desde el cielo a la cloaca.

Su tesis es que el miedo hace funcionar a los trabajadores o que el miedo –o la obsesión de tener un sueldo seguro- mueve a la industria, al país. Definitivamente para él, los trabajadores son unos cobardes.

Al final justificaron los despidos de Mirko y Celeste como “necesidades de la empresa”.

Puede que Mirko tenga malas experiencias laborales, no obstante es la única realidad que conoció como pobre y desclasado que es. Podría esgrimir falta de talento, pero aquello depende como se mire.

A Leonidas le provoca risas que los subordinados siempre se hagan las víctimas, cuando podrían tomar el toro por las astas. Simplemente boicotear. La posición de Leonidas es cómoda.

Matar al jefe no debe resultar fácil, pero es una manera de ajusticiar y de quedar tranquilo, relajado por dentro. El cadáver de su canalla jefe puede fondearlo en el mar junto a una piedra de varios kilos, práctica común en la era maldita de Pinochet. Luego vendrán los cangrejos carroñeros.

De todos modos faltó aprovechar mejor el contexto, el maldito contexto de la dictadura, para deshacerse de algunos canallas abusadores como todos los jefes que Mirko tuvo en su vida. Pero era complicado. Casi todos los jefes de esa época eran pinochetistas. Si los denunciabas, te apaleaban a ti. Hace rato que los jefes casaron a sus hijas con los milicos.

Mirko también vendió medicamentos. Negoció con médicos, tipos que se creían dueños del mundo, de la ciencia, de los cuerpos; pequeños dioses al fin y al cabo. Algunos les pidieron viajes por recomendar su laboratorio. Los recién egresados viajes al Caribe, y los más viejos, a Africa (Egipto) o Asia (Indonesia). Cualquier lugar era mejor que Antofagasta, decían los médicos. Antofagasta era el lugar perfecto para ganar dinero. Minería=contaminación=cáncer.

Cuando vendió medicamentos, Mirko se mimetizó con los hombres que hacían trámites en los bancos o aquellos que ensimismados atravesaban por la Plaza Colón. Su apariencia es la de un oficinista con traje de mala calidad. Oficinista de cuarta estofa. Oficinista con resaca. Olía. No le alcanzaba para un Ives Saint Laurent o si tenía uno lo utilizaba toda la semana. Portaba un maletín grande, pasado de moda, donde llevaba las pastillas, jarabes y otras drogas, además de una colección de bisturís, regalo de los médicos por los viajes.
Los bisturís, al final, los ocupó para trozar en cuadrados como calguas al dictador de turno.

¿Hasta qué punto el sistema nos acorraló y no nos dejó sostener nuestras vidas?


Al principio nos costó, pero después cuando le tomamos el pulso, cuando nos acostumbramos, cuando nos mediocrizamos –si se me permite aquella expresión- nos sentimos útiles. Por fin nos ubicamos dentro del mundo laboral. Por fin podríamos optar a los créditos. Por fin podríamos cambiar el refrigerador y el lavaplatos. Entonces de acuerdo al cálculo del vendedor de crédito que también es vendedor de la isapre y que también vende AFP y que también es garzón por las nochas y que va con cara de espectro en el mismo vagón del metro o en el micro, tu vales un poco que el tipo de al frente porque viste un traje de mala calidad y menos que el que se bajó recién pues tiene cara de gringo. El crédito será igual a extender por 10 años o más tu trabajo de hacer las marquitas verdes a las tasas que fabrica en la empresa donde trabajas. Tú eres un obrero especializado en pintar tazas. Puedes hacer lo mismo toda la vida, y claro la vida se extiende con los créditos.

La calidad de vida = sacrificio. El tipo se sacrifica por su familia. Por esto cuando llega a su casa quiere estar tranquilo sin embargo hay imprevistos. Se descontrola con los imprevistos. No está para huevadas. Entre muchas cosas también descontrola no poder satisfacerle los gustos de quien ama. Siempre exigen. Exigen lo que sale en la tele. Exige en la escuela. Exigen las cuentas.
De lunes a viernes, el despertador a las 6 de la madrugada. Luego lo mismo de siempre.

Si claro, soy víctima de este sistema. Lo asumo. Es imposible salir. Te aprieta. El trabajo es algo necesario. Eso de dignificar es un mal chiste. El trabajo como está dado acá, en Chile, no te dignifica. Te tecnifica. En trabajar debo ocupar una mínima parte de mi cerebro. Las cosas están dadas así. Nadie discute en el trabajo respecto a porqué las cosas están dadas así. Esto es por miedo. Por miedo al desempleo. El desempleo es el peor escenario.
¿Qué le diré a mi familia si me echan?

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