viernes, abril 21, 2006

EL DECIMOSEXTO ARCANO


XVI

EL DECIMOSEXTO ARCANO[1]

Si la médula espinal
fuere arrojada por mis fosas nasales
no lograría inmutar a los muros orgánicos de este tugurio... ni aún al pasillo central en que susurran estas mesas y sillas condenadas y embebidas en cerveza que parecen desintegrarse
entre la marea de sonido y ruina que clama porque, sí, Babel es sólo una estructura de madera y cartón piedra ante la palabra de los mil habitantes de la mansión de Dios donde Dios no tiene nada que ver que no es puerta ni muro arcano donde por centésimas de segundos precisas y preciosas pude contemplarla caminar segura y soberbia por la cuerda floja sin pasaje de ida y vuelta, ciertamente sin pasaje, esa mezcla emanada de la luz misma sólo para la integridad de mi alma afable alquimia del puño de ley y justicia y la nuda fragilidad de alas traslúcidas, ilusionismo hecho sangre, rojas las iras verde su corazón y hay que cerrar los ojos y las heridas de soltería despojando la mirada de esa visión para adentrarse entre espejismos entre melodía y botella y un silencio que caiga como rayo y deseamos algún momento de la madrugada ya ajada zarpar en pos de otras lunas y yo abandono la luz de las luces aroma de juventud y refugio, lejos, lejos de este espurio ebúrneo y sicalíptico torbellino ¿Por qué verme tan sereno, donde la serenidad no halla acomodo? El instante cruza, abrasa, arranca y traza rotundo, al fin nadie mueve un pie por salir quizás qué hambre nos retiene, qué angustia germinada de angustia y angustia parece calarnos las costillas ingresando como delgada daga entre los espacios intercostales para adormecerse indivisible-dolorosa-soporífera cuando las expectativas declinan cuando los demonios callan dejándonos como marionetas desgastadas en una pantomima incoherente arrastrando la apariencia de animales aplastados, la hecatombe amarga y sádica de permanecer allí en el aire que se cuaja en ardiente lluvia de decepción un dolor de ser doliente no doloroso dentro de sí mismo otra vez... un álamo que ha perdido sus hojas y queda herido de frío y desolación todavía ella se encuentra allí quizás por cuales sortilegios se mantiene en pie, aún límpida, y cruza una mirada que parece desnuda en el descuido de no descuidarse y todo se detiene el universo parece precipitarse de bruces dentro de un solo latido
y amenaza con desaparecer al cerrar los ojos y dejar de verla.







[1] La Torre o – La Casa de Dios.

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